¿No gusta cooperar? (¡No, No Estoy Pidiendo Dinero!)

Cuando estaba en quinto de primaria, iba a veces a la casa de una amiga que tenía un vecino que vendía unas tostadas riquísimas. Como es costumbre, tenía un montón de salsas, limón, sal y chile en polvo para preparar las tostadas al gusto. Y al lado de estos ingredientes, tenía una de aquellas cajitas de cartón armables de las que te dan en los colegios religiosos para "cooperar para las misiones". Como buena alumna de colegio de monjas, arrojé un par de moneditas, pensando en los pobrecitos niños de Africa que pasan los días sin tener apenas que comer. Demasiado tarde ví la cabeza de mi amiga agitándose en un silencioso "¡No, no, no!", que pronto fue sustituído por una sonrisa incómoda. "¡No le hubieras dado nada!" me dijo, cuando llegamos a su casa. "Lleva meses con esa cajita, dijo en su colegio que se le había perdido, para que le dieran otra. Y esta la tiene ahí, para ver quien le da dinero, y quedárselo todo".
En general, no me gusta que me pidan limosna. ¡Díscola! Pues no, lo que pasa es que a pesar de que pienso que dar con verdaderas ganas te deja una sensación maravillosa, y que creo que deberíamos hacer más por los menos afortunados, no me gusta la situación incómoda, ni la obligación, ni estar entre la espada y la pared. El redondeo me parece una canallada, ya que aunque tiene un buen propósito, se aprovecha, a mi parecer, de la dificultad de mucha gente para decir que no (huelga decir que no es mi caso: cuando no quiero donar, les digo que no, con tremenda soltura).
Otro que me cayó gordísimo, fue uno de esos "limpiavidrios" que siempre estaba en un crucero donde yo pasaba todos los días al salir del trabajo. Un día me sentí generosa y le ofrecí un cigarro (eh, para mis estándares eso es MUY generosa), que aceptó. Pues al día siguiente, ya ni le pensó, saltó sobre el cofre de mi carro, y cuando le dije que no (¡oye, pues si le acababa de dar ayer!), empezó a hacer señas como que chupaba y a decir "¡un cigarriiiiiito, dama!" con voz labiosa, y la verdad más bien inquietante. Le dije que no traía, y me fui. Creo que le di otro esa semana y ya, pero cuando, ya ni limpió el carro, empezó nada más a gesticular como si fumara el cigarro imaginario que llevaba en las manos, con ojos semicerrados, y a rogar por otro cigarro... y seguidos por otros compinches (y un par de chiquillos que no creo que llegaran ni a los quince) que también querían fumar gratis, ahí sí ya le dije algo como "¡Oiga, pues a cuánto me va a salir, no voy a estar comprando cigarros para que se los fume usted!" Y me di cuenta que para la gente conchuda, uno (de lo que sea, nunca es suficiente).
De la conchudez hablaré mas tarde, que de esos sujetos podría hacer colección.
En otra ocasión me contaron que una señora llegó a la casa de una amiga de la familia a pedir "una ayuda" porque no tenía para pagar el autobús de regreso a San Luis, que porque su esposo estaba muy grave en el hospital, y ella tenía que ir y regresar, y quién sabe qué más. La persona de la casa se compadeció y le ofreció algo de dinero (y algo de comida, que la señora no aceptó). Pasaron semanas, y mi amiga se olvidó de la señora... hasta que la vio llegar con la misma triste historia a la casa de otra persona, todo con la misma urgencia, y para hoy.
Creo que son este tipo de personas las que han influido en mis pocas ganas de dar cuando me lo piden. Pero ahora me gustaría hablar de cómo sí me gusta dar: No tengo problema con darles a las personas que se ofrecen a hacerte un trabajo útil, como de carpintería, o a barrer la cochera. Una vez incluso vi un señor malbaratando unos dibujos muy bien hechos con tal de conseguir algo de dinero. No tengo tanto problema con los que piden pasivamente, porque muchas veces se trata de personas enfermas o incapacitadas (si se quieren pasar de listas, igual me caerían gordas si me diera cuenta). No tengo problemas con los banners de Jimmy Wales, y de hecho me parece que no tengo pena, por no haber cooperado aún a la Wikipedia, que muchos usamos gratis todos los días, sin comerciales, sin banners molestos (¡Sácale el moco a tres narices y gana un iPad!) ni anuncios ruidosos (Oh my goooosh! Nooo waaaaay!).
Y por último, creo que dar es importante. Resumiendo todo lo de arriba, me gusta dar, pero no cuando me presionan ni a gente que se quiere pasar de lista. Y es una gran satisfacción: he visto a muchas personas que han tenido familiares en Terapia Intensiva en el IMSS regresar a ofrecer comidas a familiares de pacientes, que muchas veces duermen afuera del hospital sobre cajas de cartón desarmadas, porque no tienen para pagar un lugar dónde quedarse, y salen conmovidos porque hay gente que hasta llora de agradecimiento. Y todos hemos sabido de los asilos de ancianos donde se agradece no solamente lo material, también el tiempo dedicado.
Dar es una satisfacción. Sería grandioso que viniera de nosotros para que menos gente tuviera que pedirlo, y que los que lo piden, aprecien la generosidad ajena y no se "pasen de lanza".
Aquí dejo mi link de PayPal para las personas que quieran donar... ¡Nah, es broma!


ZY

2 comentarios :

  1. super aporte me ha pasado y ni ganas de dar monedas quedan.
    saludos

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  2. De esos que cuentas me ha tocado más de uno también. Uno ayuda porque le nace, buscando hacer aunque sea una mínima diferencia. Lo malo es que muchos se aprovechan.

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